domingo, 3 de abril de 2011

'Guerra de regalos'

Más o menos empecé el año 2010 con la intención de releer toda la saga de Ender de forma más o menos seguida. Estando en Madrid compré en el dispensador de libros de Príncipe Pío la primera novela porque había desaparecido el ejemplar que tenía desde hacía veinte años y poco después me puse a leerla en la cama, escondido de las frías noches madrileñas. Tras ello descubrí que el autor había publicado dos novelas cronológicamente situadas en el inmenso hueco temporal que había entre la infancia de 'El juego de Ender' [mi reseña], quizás una de las mejores novelas de ciencia ficción que se han escrito, y la edad del profeta de profetas de 'La voz de los muertos'. Pospuse la lectura de la que originalmente era la segunda novela de la saga hasta haber leído las dos nuevas entregas.

Cuando leí 'Ender en el exilio' [mi reseña] me llevé un doble chasco. El primero porque considero que la novela no está a la altura de toda la saga. El desarrollo es algo lento y el final me parece excesivamente acelerado; celeridad que le restaría fuerza al desenlace si éste, ya de por sí, no fuera bastante malo articulándose como un diálogo digno de cualquier culebrón sudamericano. El segundo desencanto lo produjo el enterarme que no le correspondía el segundo puesto ordinal, sino que realmente vendría a ser la tercera en la nueva épica. Maldita sea; finalmente no conseguiría leer la saga completa en el orden que le corresponde a los acontecimientos.

Sin embargo aún quedaba el siguiente —o mejor dicho, anterior—, 'Guerra de regalos', por el que pagué el módico precio de 12 €. Tras leerlo casi he cambiado de opinión: 'Ender en el exilio' es un buen libro, comparado con 'Guerra de regalos'. Y durante un par de días me acompañó la sensación de que habían sido los peores 12 € que había invertido nunca. Si no fuese porque conscientemente sé, de forma categórica, que hay muchas cosas aún peores en las que he despilfarrado cantidades incluso superiores.

Entonces terminó. Zeck se puso de pie y corrió hacia su padre y lo abrazó, como hacía siempre, pues consideraba que cuando un sermón terminaba algo del polvo de luz del cielo debía quedar aún en las ropas de su padre. Y si Zeck podía abrazarlo con fuerza, se le podría pegar algo, y así estaba en disposición de comenzar a ser puro. Porque el cielo sabía que no era puro por ahora.

Tengo la sensación de que Orson Scott Card ha intentado construir un puente de crecimiento emocional entre el niño retraído y dispuesto a aniquilar a cualquiera para evitar que volviera a meterse con él de 'El juego de Ender', y el adulto paciente y entregado a la causa ajena, casi un santo varón, que se nos presenta en 'En la voz de los muertos'. Aunque a mi parecer es innecesaria esa descripción del proceso, está claro que ha querido recalcar que desde muy pronto el niño Ender posgenocidio decidió que la cultura de poner la otra mejilla era la más adecuada, por lo que para pelear sólo le quedan los argumentos y la palabra. En fin, que acaba resultando un pelín pastiche y empalagoso para —siempre hay que tener en cuenta eso— mi gusto.

Es, sin duda, el peor libro de la saga y resulta completamente prescindible en cuanto al disfrute de toda ella. Incluso recomiendo ignorar su existencia para no mancillar la historia de Ender, si se opta por leerla o releerla. Aunque no he seguido el ritmo de lectura de la saga que en primera instancia me propuse, desde luego la lectura de este volumen ha conseguido quitarme las ganas de seguir con ella.

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